miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Cómo es nuestra educación?

El viejo Alexander Sutherland Neill ya lo decía, una educación inspirada en la libertad es una educación rica para el crecimiento y la felicidad. No es la libertad de "hacer lo que a uno le venga en gana", sino libertad como "hacer lo que uno quiera o crea que deba hacer pero, siempre, sin dañar la libertad del otro". ¿Y qué es la libertad? Un valor. Y uno fundamental, además. Durante la historia han nacido múltiples teorías educativas, y cada cuál apostaba por la que creía más certera. Bajo el optimismo pedagógico se adoptaba una postura prácticamente milagrosa en la que se defendía que la educación solventaba y era la cura de todos los problemas que acaecían en el mundo. En general, este prisma, no está del todo equivocado.

Es cierto que la educación no resuelve todas y cada una de las dificultades del planeta, pero sí puede prevenir y previene desastres. Aunque para que este planteamiento se haga universal, sería necesario y altamente recomendable hacer unos pequeños ajustes y unas buenas matizaciones pues el término educación es entendido e interpretado de múltiples maneras, las cuales, en muchas ocasiones, no son las más acertadas. Es preciso destacar una educación democrática y libre. Una educación implantada en los colegios, escuelas o institutos que no esté cargada de materias prescindibles y que tenga un enfoque completamente diferente.
La creatividad, la individualización de la enseñanza, la personalización del alumnado... Una educación fundamentada en aspectos naturales y humanos que promuevan el respeto hacia aquellos que uno considera diferentes; la tolerancia, tan necesitada para que el planeta que convierta en un dar y recibir; la empatía, vital para comprender el sufrimiento o la alegría del compañero; la confianza que elabora y permite la construcción de la seguridad en uno mismo; etc.

Por supuesto que, debido a las demandas culturales y las exigencias del mercado laboral, es muy necesario formarnos académicamente y tener a nuestra disposición los conocimientos adquiridos para utilizarlos en un momento concreto. Pero no olvidemos lo más importante: no somos máquinas de trabajo ni meros hacedores, no nos formamos para aumentar la productividad por la que tan preocupada parece estar la línea neoliberal y conservadora. Somos personas, seres humanos con nuestros fallos y virtudes. Si queremos una población sana, equilibrada y feliz es necesario cambiar el sistema educativo de arriba a abajo. El sistema educativo no corresponde en absoluto con las demandas de las nuevas generaciones de seres humanos: se aburren, no prestan atención, no se motivan. En definitiva, no quieren formar parte de un sistema que aliena, que es tedioso, que no respeta la individualidad de cada uno, no fomenta nuestras especialidades, que a todos nos trata igual, que a todos se nos imparten las mismas materias. Enviamos a nuestros hijos cada día a un centro en donde no se les escucha, en donde se les obliga a hacer trabajos que no quieren hacer y que ni tienen por qué hacerlo. Les condenamos a sufrir, al sacrificio absurdo para conseguir lo que no desean lograr; los condenamos en vida porque a nosotros alguien también un día nos condenó y parace que nuestro sacrificio absurdo se calma cuando lo relegamos a nuestros niños y jóvenes. Les condenamos al sufrimiento, con ellos cada día se está cometiendo un crimen.

Se nos educa en masa violando nuestras particularidades día tras día. Como dice Punset: "nuestro sistema nos educa como educaron a nuestros padres: para el mundo de la industrialización" donde la persona era un utensilio de trabajo.

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