lunes, 28 de marzo de 2011

Cómo nos roban a los obreros

Aunque no me gusta publicar textos extensos, esta vez voy a hacer una excepción. Se trata de transcripción de un artículo publicado en mayo de 1980 en el periódico NUEVO CLARIDAD que merece la pena recordar:

¿Quién produce la riqueza? ¿Quién gana más en el proceso de producción?

John Weatley adoptó un nuevo método para explicar lo que es el Socialismo. Escribió sobre un supuesto juicio. Los acusados son un patrón minero, un latifundista y otros elementos. Se les acusa de haber conspirado conjuntamente para robar al viejo minero Dick Mc Gonnagle.

El folleto tuvo un gran impacto antes de la Primera Guerra Mundial. Su análisis de clase sigue siendo válido hoy para los trabajadores de la industria privada. A los mineros se les sigue robando igual, hoy en día.

Juez (Magistrate) - M
Acusados (Prisioner) - P

EL PATRÓN DE LOS MINEROS

M.- ¿Cómo se llama?
P.- Frederich Michel Thomas Andrew Sacher, señor.
M.- Tiene muchos nombres.
P.- Protesto. señor.
M.- No le he preguntado su oficio. Quiero saber cómo se hizo con tantos nombres.
P.- No puedo contestarle, señor.
M.- ¡Ah! Me parece sospechoso. ¿Nos podrá contar qué riqueza posee?
P.- (orgulloso). Un millón de libras, señor.
M.- Debe ser un hombre muy capacitado. ¿Cómo llegó a tener ese millón de libras?
P.- Lo hice, señor.
M.- ¿Así que reconoce que es culpable de fabricar monedas?
P.- (indignado). ¡No señor!
M.- Pues entonces díganos, ¿qué quiso decir al decir ?
P.- Lo gané en negocios.
M.- ¿Cuánto tiempo lleva en negocios?
P.- Veinte años, señor.
M.- Debe ser un trabajador muy capaz para haber ganado tanto dinero en tan poco tiempo.
P.- (indignado). Yo no trabajo, señor.
M.- ¡Ah! Muy interesante. No trabaja usted... y sin embargo nos ha dicho que en 20 años ha ganado un millón de libras.
P.- Es que soy propietario de una Hullera.
M.- ¿Y qué es una Hullera?
P.- Un pozo a unos 200 metros bajo tierra. También tengo varios edificios y maquinaria para producir carbón.
M.- Usted excavó el pozo?
P.- No señor. No soy trabajador. Yo lo que hice fue procurar que otros hicieran el trabajo.
M.- Es un caso extraordinario. Dice que otros hombres construyeron los edificios, fabricaron la maquinaria y excavaron el pozo, mientras usted es el verdadero dueño. ¿Los obreros no tienen ninguna participación?
P.- No señor. Soy el único propietario.
M.- Tengo que reconocer que no le comprendo. ¿Quiere decir que aquellos hombres pusieron una Hullera a pleno funcionamiento y luego se la entregaron a usted y ni siquiera retuvieron una participación para ellos mismos?
P.- Así es, señor.
M.- Debían ser o muy ricos y generosos o muy tontos. ¿Eran ricos?
P.- No señor.
M.- ¿Tenían ellos muchas Hulleras?
P.- Ninguna, señor. Eran simples obreros.
M.- ¿Qué quiere decir con ?
P.- Pues simplemente, gente que trabaja para los demás.
M.- Seguramente será gente muy generosa. ¿Ellos no necesitan Hulleras?
P.- No señor. Pero yo les permito trabajar en la mía.
M.- Muy generoso por su parte. Sin embargo, no lo es tanto como ellos, que le dieron la Hullera entera. ¿Usted como no la necesita toda puede permitir a los demás usarla?
P.- No comprende, señor. Yo no trabajo en mi Hullera. Yo permito a los obreros que lo hagan ellos.
M.- Ya veo. Después de que le entregaran la Hullera, usted se dio cuenta de que no la necesita y se la devolvió para ahorrarles el trabajo de construir otra. ¿Es así?
P.- No señor. La Hullera es mía, aunque ellos trabajen allí.
M.- La situación es verdaderamente confusa. Posee una Hullera que no excavó usted. Posee maquinaria que ni fabricó ni la hace funcionar. Usted, no trabaja en esa Hullera, porque no quiere trabajar. Los que quieren trabajar no tienen ninguna Hullera; sin embargo, le dan a usted una. ¿Es que usted les suplicó que trabajasen en su Hullera, ya que no la usaba?
P.- De ninguna manera, señor. Ellos me suplicaron a mí para que les permitiera trabajar.
M.-Pero, ¿por qué tenían que pedir permiso para usar su Hullera? ¿Por qué no se hicieron una ellos mismos, igual que la que construyeron para usted?...¿Acaso les paga por trabajar en su Hullera y mantenerla en condiciones?
P.- Sí señor. Yo les pago según la cantidad de carbón que producen.
M.- Bien. Me parece justo. Imagino que esos hombres se harán pronto ricos. Tendrán el carbón que producen más lo que les da usted por mantener la Hullera en condiciones, ¿no es así?
P.- No señor. El carbón que producen es mío.
M.- Es usted muy gracioso, mi querido señor. Aquellos hombres excavaron el pozo, lo pusieron en condiciones para funcionar y extrajeron el carbón, ¿cómo puede reclamar usted?
P.- Porque les di permiso para hacerlo.
M.- Les permitió excavar y luego usted cogió el pozo. les permitió construir la fábrica y luego se la quedó. Les permitió sacar carbón y luego se lo apropió.
P.- Sí señor. Pero yo les pagué por hacerlo.
M.- ¿Y de dónde sacó usted el dinero, ya que no trabaja?
P.- Heredé de mi padre 10.000 libras y parte las invertí, hasta que los obreros sacaron el carbón.
M.- Y su padre, ¿cómo ganó ese dinero?
P.- De la misma forma que yo he convertido esas 10.000 libras en un millón.
M.- ¿Y cómo lo ha hecho?
P.- Vendiendo el carbón.
M.- ¿Le emplearon los obreros para venderlo?
P.- No señor, el carbón es mío.
M.- ¿De verdad? La pretensión de que el carbón es suyo me pareció tan impertinente que no lo había tomado en serio. El vez de pagar a los mineros el valor del carbón, retuvo su salario, ¿no es así?
P.- No. Les pagué el mínimo para conseguir que vinieran a trabajar.
M.- ¡Qué raro! ¿Y por qué esos hombres tienen que trabajar para usted?
P.- Porque no pueden trabajar sin maquinaria, señor. Y la maquinaria cuesta dinero. Nosotros los ricos, tenemos dinero y, por lo tanto, la maquinaria y como esos hombres no les queda más alternativa que morir de hambre o trabajar, tienen que aceptar nuestras condiciones.
M.- El estado podría proveer el dinero necesario para abrir las minas, entonces, ¿por qué está la gente obligada a aceptar sus condiciones?
P.- Muy sencillo. El estado está dirigido por el Parlamento, que lo componen hombres como yo. No son tan tontos como para perjudicarse ellos mismos.
M.- No se me había ocurrido que en el mundo hubiera gente tan estúpida como parecen ser estos obreros... según lo que usted ha dicho, porque ¿cuánto carbón produce un minero en una jornada de trabajo?
P.- Aproximadamente 3 toneladas, señor.
M.- ¿Y a qué precio vende usted este carbón?
P.- A 10 chelines la tonelada, señor.
M.- Pues bien. Sea tan amable de decirnos cuánto recibe el minero por la jornada en la que produce 3 toneladas, las cuales vende usted por 30 chelines.
P.- El minero recibe, aproximadamente, 5 chelines.
M.- ¿Habla usted en serio?
P.- Sí señor.
M.- ¿Y qué ocurre con el resto del dinero?
P.- Una parte es para los que trabajan en la superficie y para la amortización anual de la maquinaria. El Duque, recibe una buena porción en concepto de renta y derechos. Lo que queda es mi beneficio.
M.- ¿Qué es la renta y los derechos?
P.- La cantidad que cobra el Duque por dejarnos utilizar la tierra.
M.- ¿Quéee?... Bueno, no importa. Ya le interrogaré.
Así es cómo usted ha llegado a poseer un millón de libras y ese viejo minero vive en la miseria. Usted vende su carbón, al tiempo que retiene la mayor parte de su dinero.
Su padre robó de la misma forma al padre del minero, hasta dejarle sin un penique y así usted ha podido robar a este hombre también. Si permitiéramos que esto siguiese así, su hijo sería más rico que usted y el hijo del minero sería aún más pobre.
En consecuencia, el poder de su familia para esclavizar a la familia minera aumentaría con cada generación. Afortunadamente, este juicio puede cortar su escandalosa conspiración.
Siéntese hasta que interroguemos a los demás.

EL DUQUE DE HAMILTON

Es un hombre de mediana edad, regordete, con aspecto de estar bien cuidado y alimentado.

M.- ¿Cómo se llama?
P.- Soy el Duque de Hamilton.
M.- Oiga, no le he preguntado su ocupación, sino su nombre.
P.- Es mi título, señor.
M.- Tal vez su título se quede en un número al acabar este proceso, así que no abuse del tribunal. ¿Cómo se llama?
P.- No uso ningún nombre, señor Juez.
M.- ¿Trabaja usted?
P.- No señor.
M.- ¿Quéee? ¿Otro vago?
P.- No señor. Es que no me hace falta trabajar.
M.- No le hace falta trabajar al ladrón próspero. ¿Por qué no le hace falta trabajar?
P.´- Soy rico, señor.
M.- Si la riqueza es producto del trabajo, y usted no trabaja, ¿cómo ha llegado a ser rico?
P.- Heredé mi riqueza, señor.
M.- ¿Fue su padre quién la ganó con su trabajo?
P.- No señor. El también era rico.
M.- Entonces, su abuelo o bisabuelo, ¿ha trabajado alguien de su familia alguna vez?
P.- No señor.
M.- ¿Y cómo se enriquecieron?
P.- Igual que yo, señor.
M.- ¿Cómo?
P.- Permitiendo que la gente utilizara nuestras tierras.
M.- ¿Cómo se hizo usted con la tierra? ¿La creó usted?
P.- No señor. La creó Dios.
M.- La creó para sus antepasados.
P.- No se lo puedo decir, señor.
M.- Pero usted sabrá si Dios la creó especialmente para sus antepasados o si la tierra existía ya antes de que sus antepasados la poseyeran.
P.- Existe desde siempre, señor. Mi familia se hizo con ellas en la época de Roberto Bruce.
M.- ¿Qué derecho tenían para apoderarse de la tierra?
P.- Se la dio Roberto Bruce.
M.- Pero ni Bruce creó la tierra, ni era suya como para poder regalarla. No tenía ningún derecho; por lo tanto, usted no tiene ninguna potestad, ni moral, ni legal. ¿Trabaja usted esa tierra?
P.- No señor. Ya le expliqué que no me hace falta. Hay miles de personas para trabajarla.
M.- ¿Por qué no trabajan esas personas sus propias tierras?
P.- Porque no tienen.
M.- ¿Quéee? ¿Es que usted pretende ser el dueño absoluto de todas las tierras de la zona?
P.- Sí señor.
M.- O sea, que estos hombres, ¿o bien trabajan para usted, o mueren de hambre?
P.- Eso es, señor.
M.- (hablando consigo mismo) Ahora veo la necesidad del Infierno Eterno.
¿Qué parte del carbón que produce el minero coge usted?
P.- Normalmente, la cantidad que me dan en concepto de derechos, es la mitad de lo que le dan al minero por su trabajo.
M.- ¿Así es que cuando un minero produce 3 toneladas de carbón, le regala una a usted?
P.- Sí señor.
M.- Entonces, si hay 20.000 mineros trabajando en su tierra, ¿todos le dan la tercera parte de lo que excavan?
P.- Sí señor.
M.- Por lo tanto, de los 20.000 que trabajan en su tierra, hacen falta 10.000 para ganar tanto como le entregan a usted.
P.- Sí señor.
M.- ¿Y esos 10.000 hombres deben arriesgar la vida bajo tierra, mientras usted se divierte en lo que le apetezca?
P.- Sí señor.
M.- ¿Qué clase de hombres son?
P.- Hombres inteligentes y realistas, señor.
(Fuertes risas en el Juzgado, que queda en silencio inmediatamente)
M.- ¿Por qué no se hacen con la tierra ellos mismo? ¿Por qué no la nacionalizan? Entonces usted no podría seguir robando la tercera parte de su producción.
P.- Eso no puede ser, señor. Sería Socialismo. Ellos prefieren seguir pagándome los derechos.
M.- Pero aprovecharse de su sencillez, es un crimen horrendo. ¿No le da vergüenza?
P.- De ninguna manera, señor. Es legal.
M.- ¿Quién hizo las leyes?
P.- La clase a la que pertenezco las hizo. Y no se equivocaron, señor.
M.- No sé si se equivocaron, pero usted si se equivoca si cree que este Tribunal va a juzgar sus actos y a su clase, según las leyes que ellos mismos hicieron.
Supera mi capacidad de comprensión el entender que una comunidad se permita la infección de personajes como usted.
Por favor, colóquese por allí, hasta que haya oído el testimonio en contra de usted.

EL TESTIMONIO DEL VIEJO MINERO DICK

M.- ¿Qué edad tiene usted?
T.- 52 años, señor Juez.
M.- ¡Cielos! Parece que tuviera 80 por lo menos!
T.- He tenido que trabajar mucho, señor.
M.- ¿Cuánto tiempo has trabajado en las minas?
T.- 40 años, señor.
M.- ¿Ha trabajado con regularidad?
T.- Por regla general, 5 días a la semana, señor Juez.
M.- ¿Cuánto carbón produce cada día?
T.- Tres toneladas, señor Juez.
M.- ¡Huy!... Debe ser un hombre muy rico. En 40 años, ha producido 30.000 toneladas
T.- No manejo muy bien los números, señor Juez.
M.- Me han dicho que se vende el carbón a 10 chelines la tonelada.
T.- No sé, señor.
(El abogado del minero explicó que iba a demostrar que los reos, el propietario y el Duque, lo dividieron entre ellos y además, después robaron al viejo de la pequeña porción que había recibido)
M.- Pues supongo que no sabe que el valor en el mercado del carbón que ha producido usted es de 15.000 libras.
T.- No lo sabía, señor.
M.- ¿Qué sueldo ha cobrado?
T.- 25 chelines semanales.
M.- ¡Cielos! A usted le han robado 12.500 libras. ¿A dónde ha ido a para esa cantidad?
(El abogado del minero explicó que se demostraría que los reos, el propietario y el Duque, lo dividieron entre ellos y además, después robaron al viejo de la pequeña porción que había recibido)
M.- ¿Sigue trabajando en las minas?
T.- Sí señor. Ahora tengo que salir de casa media hora más temprano que antes, ya que tengo que parar y respirar más cada 100 yardas.
M.- ¿Cómo llega al tajo cuando ha bajado al pozo?
T.- Un joven me lleva en una carretilla.
M.- ¿Y le deja tirado allí para que excave su carbón?
T.- Sí, señor Juez.
M.- ¿Y cuando excava, estos señores se lo roban?
T.- Sí señor Juez.
M.- ¿Sus compañeros le han robado alguna vez?
T.- Una sola vez, señor Juez. Un hombre me robó una carretilla de carbón, pero le cazaron y le echaron de la Hullera.
Sin embargo, hay un hombre, el Duque, que me ha robado una de cada 3 carretillas que yo he llenado durante 40 años de trabajo. Creo que es a él a quien deberían cazar y castigar.
Luego, tras oír los argumentos de un socialista y un clérigo, en contra y a favor de los acusados respectivamente, el Juez se levantó para emitir su sentencia y dijo:
M.- No tengo ninguna duda de la culpabilidad de los acusados, pues ellos han admitido sus faltas. Sin embargo, pienso que no hay ningún castigo al que esta Corte pueda condenarles, que sea suficiente para hacerles pagar los terribles crímenes que han cometido.
Y entonces, decidió enviarles, inmediatamente, a la Corte del Infierno, para que pagaran sus culpas.
Ordenanza.- ¿Y dónde está esa Corte, señor Juez?
M.- Bueno, he olvidado el sitio exacto, pero no hay problema: pregúntenle al cura.
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