El “Gran Hermano” de Orwell, definitivamente comienza a cobrar forma en este nuevo siglo XXI, aunque en realidad hace mucho más que existe.
Diseñado por la Agencia de Seguridad Nacional De Estados Unidos, ECHELON es el sistema de vigilancia más importante del mundo. Teóricamente se utiliza para escuchar los mensajes enviados por teléfono, fax o correo electrónico desde países considerados enemigos, pero en la práctica cualquiera puede ser su objetivo. No debemos olvidar las palabras de Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional bajo la presidencia de Carter, que confesó, no sin cinismo: “Cuando uno dispone de la capacidad para contar con informaciones, es muy duro imponer barreras arbitrarias respecto a su adquisición... ¿tenemos que renunciar a leer?”
¿Estamos ante el equivalente del “Gran Hermano” de Orwell?
El embrión de la red de espionaje norteamericano data del inicio de la guerra fría, cuando un primer pacto de recogida y de intercambio de informaciones denominado “Ukusa”, se estableció entre el Reino Unido y Estados Unidos. A estos dos países se unieron Canadá, Australia y Nueva Zelanda. A partir de los años 70, las estaciones de escucha implantadas en estos países empezaron a captar las señales retransmitidas hacia la Tierra por los satélites tipo INTELSAT e INMARSAT; y un centenar de satélites de observación “escuchan” las ondas: radio, teléfonos móviles, etc.
Por otra parte, todas las redes de comunicación son escuchadas: de los cables submarinos a Internet. De esta forma, cada día millones de fax, de mensajes y llamadas telefónicas del mundo entero son cribados, escogidos, seleccionados, analizados. El sistema Echelon, fue concebido como forma de interconectar (todos los sistemas de escucha) para permitirles funcionar como componentes de un todo integrado. Las estaciones de recepción por satélite captan el conjunto de los haces de satélites INTELSAT, la más importante de las cuales esta localizada en Menwith Hill, Inglaterra, situada bajo el control directo de la NSA y catalogado como el lugar más inaccesible del planeta para la inmensa mayoría de los mortales.
La masa de informaciones recogida es demasiado grande para poder ser explotada por los efectivos de los servicios de información. La clave de la interceptación reposa en potentes ordenadores que escrutan y analizan estas masas de mensajes y extraen los que presentan algún interés. Basta que, en el curso de un intercambio telefónico, por fax o por correo electrónico, se emitan palabras como “terrorismo”, “droga”, “guerrilla”, o nombres como “Castro”, “Gadafi”, “Chávez”, etc, para que toda la comunicación sea identificada, retenida y analizada.
Tras la caída del comunismo, la inteligencia aliada tuvo que buscar nuevas “misiones” que justificaran sus altos gasto de infraestructura. Y el terrorismo ha sido un “blanco” perfecto porque permite espiar no sólo a los nuevos enemigos del sistema, sino también a sus propios ciudadanos. Y parece ser que tuvieron éxito, ya que en 1999 los servicios de información norteamericanos contaron con un presupuesto anual de 26.700 millones de dólares –tanto como durante la guerra fría-. Eso no impidió los atentados terroristas del 11-S, pero ese es otro tema que tocaremos en otro momento.
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Diseñado por la Agencia de Seguridad Nacional De Estados Unidos, ECHELON es el sistema de vigilancia más importante del mundo. Teóricamente se utiliza para escuchar los mensajes enviados por teléfono, fax o correo electrónico desde países considerados enemigos, pero en la práctica cualquiera puede ser su objetivo. No debemos olvidar las palabras de Zbigniew Brzezinski, consejero de Seguridad Nacional bajo la presidencia de Carter, que confesó, no sin cinismo: “Cuando uno dispone de la capacidad para contar con informaciones, es muy duro imponer barreras arbitrarias respecto a su adquisición... ¿tenemos que renunciar a leer?”
¿Estamos ante el equivalente del “Gran Hermano” de Orwell?
El embrión de la red de espionaje norteamericano data del inicio de la guerra fría, cuando un primer pacto de recogida y de intercambio de informaciones denominado “Ukusa”, se estableció entre el Reino Unido y Estados Unidos. A estos dos países se unieron Canadá, Australia y Nueva Zelanda. A partir de los años 70, las estaciones de escucha implantadas en estos países empezaron a captar las señales retransmitidas hacia la Tierra por los satélites tipo INTELSAT e INMARSAT; y un centenar de satélites de observación “escuchan” las ondas: radio, teléfonos móviles, etc.
Por otra parte, todas las redes de comunicación son escuchadas: de los cables submarinos a Internet. De esta forma, cada día millones de fax, de mensajes y llamadas telefónicas del mundo entero son cribados, escogidos, seleccionados, analizados. El sistema Echelon, fue concebido como forma de interconectar (todos los sistemas de escucha) para permitirles funcionar como componentes de un todo integrado. Las estaciones de recepción por satélite captan el conjunto de los haces de satélites INTELSAT, la más importante de las cuales esta localizada en Menwith Hill, Inglaterra, situada bajo el control directo de la NSA y catalogado como el lugar más inaccesible del planeta para la inmensa mayoría de los mortales.
La masa de informaciones recogida es demasiado grande para poder ser explotada por los efectivos de los servicios de información. La clave de la interceptación reposa en potentes ordenadores que escrutan y analizan estas masas de mensajes y extraen los que presentan algún interés. Basta que, en el curso de un intercambio telefónico, por fax o por correo electrónico, se emitan palabras como “terrorismo”, “droga”, “guerrilla”, o nombres como “Castro”, “Gadafi”, “Chávez”, etc, para que toda la comunicación sea identificada, retenida y analizada.
Tras la caída del comunismo, la inteligencia aliada tuvo que buscar nuevas “misiones” que justificaran sus altos gasto de infraestructura. Y el terrorismo ha sido un “blanco” perfecto porque permite espiar no sólo a los nuevos enemigos del sistema, sino también a sus propios ciudadanos. Y parece ser que tuvieron éxito, ya que en 1999 los servicios de información norteamericanos contaron con un presupuesto anual de 26.700 millones de dólares –tanto como durante la guerra fría-. Eso no impidió los atentados terroristas del 11-S, pero ese es otro tema que tocaremos en otro momento.
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